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Leer antes de comer

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Siempre digo a mis pacientes que el adelgazamiento a largo plazo no consiste simplemente en mantenerse a dieta toda la vida. Buena parte de las personas con sobrepeso u obesidad suelen decir que siempre están a régimen, cosa que no es cierta. Más bien se refieren a la preocupación constante que tienen por perder peso, aunque no lo consigan. Nadie puede vivir bajo una dieta eterna. No hay cuerpo ni mente que lo soporte. De lo que se trata es de reeducar nuestras costumbres alimenticias para aprender a comer de manera saludable.

Es obvio que primero vendrá la cura de adelgazamiento si nuestro médico lo considera necesario. Pero luego llega lo que más nos cuesta a todos, mantener el peso, y más allá de la báscula, erradicar los hábitos que nos han conducido a ganar kilos. Ese objetivo, en si mismo radical, en realidad se compone de muchas pequeñas acciones que en conjunto nos ayudan a cambiar. Entre ellas está la de ser conscientes de lo que comemos en cada momento. No es cuestión de obsesionarse con las calorías o las cantidades, pero tampoco debemos ingerir los alimentos con absoluta ligereza, sobre todo aquellos que menos nos convienen (y que casualmente son los de ingesta más irracional). Hoy día contamos con una gran ventaja en ese sentido, porque las autoridades sanitarias han conseguido que la industria publique con detalle la información nutricional de los productos que comercializa. Estos datos son útiles para conocer la composición de los alimentos, algo especialmente necesario para las personas con problemas alérgicos o que por enfermedad no pueden comer cualquier cosa. Y además, nos ayudan a conocer en todo momento el número de calorías y la proporción de nutrientes que ingerimos. Sin que, repito, llegue a obsesionarnos, la costumbre de leer la Información Nutricional puede ser un buen aliado para mantener el peso.

De hecho, un estudio reciente publicado en la revista científica Agricultural Economics, The Effects of Nutricional Labels on Obesity, ha constatado que las personas que leen habitualmente estos datos antes de tomar sus decisiones de consumo tienen una mayor preocupación acerca del sobrepeso y han conseguido ser más efectivos en su lucha contra la obesidad. El caso demuestra que en la medida en que mejoramos nuestros conocimientos sobre la alimentación, también adoptamos una actitud más responsable frente a la comida.

Por ejemplo, pensemos en la típica situación de ansiedad en el supermercado. Nos adentramos en el lineal de los dulces, dispuestos a saltarnos la norma con unas galletas con chocolate. Mientras nos acercamos al botín, nuestro astuto cerebro nos proporciona excusas para justificar la pésima decisión. Tomamos el paquete entre las manos y todavía dudamos un segundo antes de tirarlo al carro. Si en ese momento leemos la información nutricional de deseado tesoro, descubriremos los cientos de calorías inútiles e innecesarias que vamos a ingerir con apenas tres o cuatro galletas. Y a lo mejor nos lo pensamos dos veces. Y a lo mejor dejamos el paquete y salimos en busca de lineales más saludables. Haz la prueba y ya me contarás.

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