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Costumbres perniciosas en relación con la comida (y II)

Test de las costumbres perniciosas pedro voltas jurado

Continuamos repasando los pésimos hábitos que muchas personas con sobrepeso practican día a día, y que a menudo contribuyen a explicar el porqué de su relación negativa con la comida. Como dijimos en la anterior entrada, si eres capaz de erradicar todos ellos, tendrás más posibilidades de superar la obesidad a largo plazo.

Comer de más en las últimas horas del día

El ritmo acelerado de la vida diaria hace que muchos occidentales dejen la comida principal para la cena. Esta costumbre es muy peligrosa porque el organismo está concebido para que las ingestas vespertinas sean más suaves. Ya hemos superado las obligaciones del día, y cercana la hora de dormir, el cuerpo precisa de una digestión ligera que no nos impida conciliar el sueño y que ayude a que durante la noche consumamos energía acumulada. En este apartado, lo más catastrófico es la post-cena, ese hábito negativo de picar y picar después de haber cenado, que responde más bien a estados de ansiedad que de verdadera necesidad de comer y que desemboca en el clásico atracón del obeso: en media hora se ingiere a veces el doble de la cantidad de comida necesaria para todo el día. Estos atracones suelen ir acompañados del “firme” propósito de abordar un régimen “al día siguiente”. Pero a menudo se convierten en una costumbre repetida cada pocos días, que por desgracia conduce a engordar todavía más.

Hacer la compra con hambre

Los sitios modernos donde vamos a hacer la compra, esos maravillosos templos del consumo llenos de envoltorios atractivos y productos innecesarios pero en apariencia suculentos, son un espacio de perdición para el obeso. Si encima acudimos a ellos con hambre, el resultado suele ser una cesta trufada de alimentos prohibidos, que terminará acumulándose en nuestro cuerpo en forma de grasa. Cuando cometemos estos errores, a veces nos consolamos diciendo que, en realidad, no compramos para nosotros, sino para los niños. Parece que los pequeños tienen carta blanca en materia de dulces, pero no debería ser así si nos fijáramos en la creciente proporción de menores obesos o con sobrepeso. En todo caso, es un ardid que utilizamos para tranquilizar nuestra conciencia en el momento de comprar, conscientes de que buena parte de esos productos los consumiremos nosotros mismos. Mi recomendación en este aspecto es sencilla: deja que otro haga la compra por ti, sobre todo si pretendes empezar un régimen de adelgazamiento.

Moverse menos que un perezoso de dos dedos

Dicen que los perezosos solo cambian de lugar cuando se les han terminado los brotes a su alcance en la rama del árbol donde se han aposentado. El hombre moderno se parece mucho a este peculiar mamífero, con la particularidad de que para buscarse la comida se desplaza en automóvil. No sé si exagero cuando digo que dedicamos ocho horas a dormir, ocho a estar sentados trabajando, un par de horas para conducir, otro par de horas para comer y el resto, para tumbarnos en el sofá. Con ello, el vigoroso cuerpo diseñado para correr por la selva en busca de alimento y defenderse de los depredadores, se oxida como un motor viejo en un desguace y crece como un globo aerostático a punto de volar. Claro que pesa tanto que no puede despegar del suelo. ¿Le parece una caricatura? Sí, ese era mi objetivo con esta descripción. Pero una caricatura no deja de ser una visión deformada de una realidad bien palpable.

¿Te has sentido identificado con alguno de estos malos hábitos? ¿Con todos?

Espero que los recuerdes más fácilmente para que tomes conciencia de su importancia en la lucha contra el ejército de la grasa. No estaría de más incluso escribirlos en una cartulina y ponerlos en un lugar visible de la cocina para que no te olvides de ello.

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