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Mantengamos a raya determinados carbohidratos

carbohidratos nocivos

La mayoría de las personas con sobrepeso no engordan tanto por el consumo de grasas. La carga principal del engorde proviene de la ingesta excesiva de determinados hidratos de carbono. Con esto no quiero decir que el abuso de lípidos y proteínas no pueda ser igualmente nocivo.

Pero en el caso de los hidratos de carbono se unen varios factores  en los que vale la pena detenerse:

Desde el punto de vista de la industria alimentaria, los productos basados en hidratos de carbono son los más sencillos de transformar, los más fáciles para conservar y los más baratos. Si bien estas características han facilitado el acceso a la comida a muchos millones de personas, también han provocado un exceso de su consumo en los países desarrollados, motivado en buena medida por el impulso de la industria, que intenta inundar el mercado con alimentos de los que obtiene un buen margen de beneficio.

Y las grandes empresas no solo se conforman con multiplicar la oferta. Lanzan costosas campañas de marketing y publicidad con las que intentan seducirnos sobre las bondades de este grupo de alimentos.

Para la población, el consumo de productos basados en hidratos de carbono es un recurso fácil, barato y apetitoso. No tenemos tiempo para cocinar, lo que nos empuja a echar mano de alimentos precocinados y listos para comer. Al hacer la compra, nos encontramos con envoltorios atractivos y promesas de dulces sabores al un precio que no podemos resistir. En el momento de consumirlos, sentimos todas las propiedades embriagadoras de los azúcares, que inyectan una engañosa sensación de bienestar en nuestro cerebro gracias a los procesos químicos. Como lo repetimos tantas veces, terminamos por caer en una verdadera adicción de la que es muy difícil salir.

Y en el plano económico, no por casualidad vemos que el porcentaje más alto de personas afectadas por el sobrepeso pertenecen a las clases bajas de la sociedad. En estos tiempos tan difíciles, paradójicamente nos encontramos con muchos individuos que se encuentran en el umbral de la pobreza y, al mismo tiempo, obesos. Los carbohidratos son los alimentos a los que pueden acceder con más facilidad y además son un refugio psicológico para afrontar circunstancias complicadas.

Ya no es tiempo de carbohidratos. En otras épocas, la ingesta de carbohidratos constituía una de las bases de la dieta, pero con dos diferencias fundamentales: por una parte, se trataba de glúcidos de digestión lenta, en los que el efecto de los azúcares se mitiga mucho y no se disparan los niveles de insulina.

Y por otra, la vida diaria estaba llena de momentos de notable esfuerzo físico, que obligaba a consumir energía en cantidades muy superiores a las del hombre actual. Hoy día, nosotros recurrimos a los carbohidratos de digestión rápida, productos refinados, exentos de fibra y repletos de azúcares que impulsan la producción de insulina y, por tanto, la acumulación de depósitos de grasa.

Además, con respecto a la actividad física, nuestra existencia transcurre sobre cuatro patas o cuatro ruedas, sucesiva y simultáneamente. Quizá podríamos añadir también una tercera diferencia, y es lo poco que nos cuesta ahora conseguir algo de comida. Afirmo esto considerando circunstancias normales, con profundo respeto a quienes por diversos avatares tienen la desgracia de pasar hambre. Para la mayoría de nosotros, lo difícil es caminar por la calle sin encontrarnos uno tras otro establecimientos que nos ofrecen de todo tipo de alimentos de este género tan apetecible y tan poco saludable.

Asimismo, son estos alimentos basados en hidratos de carbono los que más se utilizan como el ingrediente típico de fiestas y celebraciones. Cuando se hacen balances aproximados de lo que la gente engorda en verano o, sobre todo, tras las fiestas navideñas, detrás de los dos, tres, cuatro y hasta cinco kilos de más está la ingesta de bombas calóricas rebosantes de carbohidratos de acción rápida.

La tendencia del embudo alimentario. El abuso de los carbohidratos está causando la generalización de otra tendencia, asociada al poco tiempo que disponemos para preparar la comida y a las prácticas monopolísticas que caracterizan a la industria alimentaria y de distribución a nivel mundial. Se trata de lo que algunos colegas denominan el embudo alimentario: cada vez es más estrecho el repertorio de alimentos que tomamos.

La industria da prioridad a aquellos productos que resulta más fácil y rentable fabricar y distribuir a gran escala. La agricultura intensiva y transgénica, que en principio debería ayudar a mejorar las condiciones de la nutrición de los seres humanos, se orienta a garantizar las producciones masivas, poco perecederas y a bajo coste. Muy poca gente dispone de tiempo o de ganas para adquirir alimentos frescos, frutas y verduras de temporada o comidas sin precocinar.

Esta reflexión parece echar la culpa del consumo excesivo de carbohidratos a fuerzas que superan el poder los individuos. Sin embargo, está en nuestra mano ponerle freno, y ser conscientes de que lo más atractivo y sencillo a nuestros ojos no es lo que mejor nos alimenta. Mucho ánimo.

 

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