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Seguimos engordando

Pedro Voltas Jurado seguimos engordando

La cultura visual en la que vivimos inmersos, que nos dispara imágenes subyugantes desde todos los ángulos, aloja en la mente de muchos el estereotipo de que cada vez la gente es más joven, más bella, más delgada y más deportista.

Los retratos menos agradables, de los enfermos, de quienes  mueren cada día de hambre o de los millones de individuos que no tienen precisamente una figura de modelo, se esconden a nuestros ojos y nos confunden sobre la otra realidad.

Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario, al menos en una parte de la foto fija con la que resumimos el mundo que nos rodea. Por ejemplo, en lo que al cuerpo se refiere, las estadísticas de los países desarrollados indican que le tendencia general no es a ser más delgado, sino lo contrario.

Ya he hablado en otras ocasiones de esta cuestión, pero me temo que todas ellas son necesarias para que tomemos una mayor conciencia del problema, tanto en nosotros mismos como en aquellos a los que cuidamos.

Los autores de un artículo publicado en la revista científica Obesity han realizado una comparación entre 1998 y 2013 del número potencial de ciudadanos adultos de Estados Unidos que padecen sobrepeso u obesidad y son susceptibles de ser tratados tanto de esta dolencia como de otras enfermedades derivadas (diabetes, enfermedades cardiovasculares, patologías de huesos, etc.). En estas fechas se publicaron las respectivas guías de tratamiento médico de la obesidad.

Pues bien, el número de personas en riesgo aumentó en un 20% en 2013 con respecto a 1998. En concreto, se pasó de una población potencial de 116 millones de personas a 140 millones.  Esos 140 millones representan al 64,5 % de los adultos, excluidas las mujeres embarazadas. Según el estudio, la totalidad de esos individuos precisa como mínimo de un plan de adelgazamiento para mejorar su salud.

Más de la mitad de ellos necesitará tomar medicamentos para mitigar los efectos de las enfermedades vinculadas que ya padecen, y un quince por ciento se verá obligado a afrontar tratamientos quirúrgicos para paliar el exceso de peso. En este último caso, hablamos de pacientes cuyo IMC supera la cifra de 40 y se encuentran bajo el estado de obesidad mórbida: más de 30 millones de personas.

En 2013, en Estados Unidos se practicaron 179.000 operaciones de reducción de estómago, en sus diferentes modalidades. Y se cree que la cifra es discreta porque muchas personas no pueden costearse la intervención.

Otro de los aspectos que destaca el trabajo, y que ya ha sido apuntado por otros, es que el sobrepeso tiene mucha mayor incidencia en determinados grupos sociales. En concreto, en aquellos con menor nivel educativo y pertenecientes a grupos raciales cuya situación socioeconómica es baja.

Denota una vez más que en el mundo rico la obesidad va más unida a la pobreza y a cierto grado de exclusión social, al margen de que también existan factores genéticos que puedan incidir en una mayor predisposición  a engordar. Asimismo, el trabajo señala que se ha incrementado notablemente el sobrepeso en el segmento de población entre 20 y 44 años.

Quizá lo más preocupante de todo es que pese a todas las políticas públicas que se están aplicando para combatir la obesidad, no se está cumpliendo el objetivo de frenar la  tendencia a que haya más ciudadanos con sobrepeso. Esto lleva a preguntarse por la eficacia de los planes de prevención y anima a pensar que el combate contra la obesidad requiere una intervención más compleja, en la que no solo participen las autoridades, la comunidad sanitaria o las compañías de seguros. Otras instancias sociales y, sobre todo, cada uno de nosotros, hemos de involucrarnos también.

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