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Transformar los hábitos de vida es tan importante como adelgazar

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Quizá uno de los aspectos que más preocupa en los tratamientos para adelgazar es si serán definitivos o reversibles. De hecho, un porcentaje elevado de las personas que acuden a la consulta padecen la obesidad y el sobrepeso por largo tiempo, en el que han experimentado con dietas de éxito más o menos efímero, pero que al cabo de los meses o de los años han vuelto a engordar.

Estos individuos, cuya situación puede denominarse de enfermedad crónica, fracasan habitualmente en la vuelta a la normalidad. También tenemos algunos casos de pacientes que no llevan a término la cura de adelgazamiento, pero la mayoría sí la culminan. Normalmente, la motivación es fuerte, algo que se demuestra por la sola razón de que han decidido dar un paso adelante y se han puesto en manos de un especialista.

Por ello, su mayor problema no está tanto en recuperar el peso normal, objetivo que cumplen, sino en mantenerlo durante varios años, o, como sería deseable, durante toda la vida. En el fracaso por el regreso a la normalidad intervienen varios factores. Por una parte, están las causas psicológicas que se esconden detrás de muchas situaciones de obesidad. Las personas recurren a la comida como respuesta a situaciones de estrés, ansiedad, o infelicidad, entre otros estados anímicos. Cada vez nos parece más evidente que si no se han resuelto los problemas de orden psíquico que padece el individuo con sobrepeso, será difícil que se erradique la obesidad a través de una dieta temporal.

Por otra parte, está el retorno a los malos hábitos, aquellos que nos han conducido a engordar. Nada más terminar la dieta nos encontramos mucho mejor y tendemos a proteger nuestra conquista. Pero con el paso de los meses, como nos seguimos viendo bien, empezamos a romper con las reglas establecidas en el período de adelgazamiento y, sobre todo, de mantenimiento. La ruptura de la vigilancia es uno de los motivos que lleva a la recuperación rápida del peso, incluso en niveles más elevados, a lo que además pueden unirse los aspectos psicológicos citados. Con lo cual, volvemos a los viejos hábitos.

Por eso, aunque pueda parecer exagerado, en algunos casos graves de obesidad recurrente, cabe pensar en la aplicación de terapias radicales como las que se siguen en el campo de la drogadicción. Es decir, que a lo mejor es necesario erradicar para siempre algunos hábitos de antaño si se quiere garantizar el éxito a largo plazo de un programa de adelgazamiento y recuperación de la salud.

Pero así como con hábitos muy nocivos como el alcoholismo, el consumo de drogas o el tabaquismo, se acepta generalmente que el cambio de vida debe ser definitivo para triunfar frente a la dependencia, no aceptamos tan bien que tal vez sea necesario suprimir por igual el consumo de determinados alimentos, o de reducir la cantidad o la frecuencia de forma muy significativa.

Cuando planteo a algunos pacientes en condiciones muy negativas que deben dejar de tomar un tipo de comida, y que a lo sumo pueden consumirla una vez al año, me miran como si viniera de otro planeta. Pero en sus casos es una consecuencia lógica, y tampoco tan extemporánea. Estamos acostumbrados a ver que al sufrir patologías graves, muchas personas tienen que abandonar cosas que hacían cuando tenían una salud perfecta. En muchos casos, ello no supone el fin del mundo, sino un cambio en la escala de prioridades de la vida para tratar de seguir adelante.

Si ellos lo hacen, y sin alternativa posible, cómo no vamos a ser capaces de dejar de comer un exceso de dulces o limitar claramente nuestro consumo de alcohol. No debería ser tan difícil, pero lo es para algunos pacientes. Sin embargo, una transformación total y permanente de sus hábitos alimenticios constituye una de las claves principales de su éxito.

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