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Hacer deporte, ¿por dónde empiezo?

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Seguro que más de uno habrá comenzado el mes de septiembre con excelentes propósitos. Nosotros en la consulta ya lo notamos, con muchos pacientes que vuelven de sus vacaciones de verano con ganas de recuperar el estado de forma y mejorar su salud. Es una gran noticia porque nunca es tarde para retomar los hábitos saludables: reorientar nuestra alimentación, alcanzar un peso óptimo y tonificar el cuerpo con el ejercicio regular.

Una de las grandes dudas que tiene la gente cuando comienza cuidarse, sobre todo si presenta un cierto sobrepeso, es qué tipo de actividad física debe emprender. Aquí inciden varios factores, como la edad, las preferencias personales, el historial deportivo y, muy importante, el estado general de salud. En la elección siempre influyen mucho las modas, que pueden ser interesantes de cara a la motivación, pero peligrosas si las anteponemos al estado de nuestro organismo.

Al igual que en el proceso de una cura de adelgazamiento, en la que lo importante es la continuidad, con la práctica deportiva hemos de optar por algo que nos satisfaga y no suponga un esfuerzo inicial exigente que nos lleve a tirar la toalla tras la primera semana. Con esto no quiero decir que si estamos bien de salud, no podamos abordar cualquier disciplina, pero conviene ser realista.

Al comienzo, siempre recomendamos un ejercicio moderado y de carácter aeróbico, que contribuya a una revitalización general de la forma física. Nadar, utilizar la bicicleta estática (o salir con la bici en recorridos sin dificultades) y, especialmente, caminar. Para una persona que lleva cierto tiempo en clave sedentaria, el mero hecho de caminar a buen paso durante 45 minutos o una hora tiene efectos inmediatos sobre su salud. No le convertirá en un atleta a corto plazo, pero sí sentará las bases para abordar actividades que podemos considerar más deportivas. Además, será más difícil que sufra lesiones. Aunque ojo, hay prácticas como la marcha nórdica, basada en caminar, que son ejercicio físico tan exigente como otros deportes.

Quizá el mayor reparo que se encuentra a andar, al margen de su «poco carácter deportivo», es que se necesita dedicar un tiempo del que en apariencia muchas personas no disponen. Pero lo cierto es que cualquier ejercicio físico requiere al menos una hora, no solo para la actividad en sí, sino por lo que hay alrededor (cambiarse, ducharse, etc.). La ventaja de caminar es que no requiere muchos prolegómenos. Uno se pone a andar, a más o menos ritmo, de forma inmediata. Y por otra parte, no debemos olvidar que tiene también muchas ventajas en el plano psicológico.

Porque cuando nos planteamos bajar de peso o hacer deporte, estamos proponiéndonos un cambio de vida. Seguramente, hemos llegado a esa conclusión porque no nos encontramos bien, hemos perdido autoestima, percibimos más los efectos del envejecimiento, sufrimos algo de estrés por las presiones del trabajo y la vida personal… Necesitamos hacer un alto y renovarnos. En ese tránsito hacia la recuperación de una existencia más plena, el hábito de caminar puede ayudarnos. Desconectamos, nos dejamos llevar por los estímulos de los sentidos, tenemos tiempo para reflexionar, charlar de otras cosas si llevamos compañía, y oímos más a nuestro cuerpo.

Alguien me dirá que con cualquier otro ejercicio podemos obtener los mismos beneficios, y es verdad. Pero la principal diferencia es que andar es la actividad absolutamente apta para todo el mundo. Es la que más fácilmente podemos comenzar y continuar, en paralelo a la reeducación alimentaria. Pasado un tiempo, en que el organismo está preparado para nuevos retos, será el momento de retomar otros deportes .

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