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La nutrición sana no necesita alimentos milagrosos

Siempre decimos una nutrición sana y equilibrada depende de una adecuada combinación de una cesta de alimentos convencional: productos naturales o con los aditivos artificiales estrictamente necesarios para mejorar sus condiciones de conservación o seguridad.

No es conveniente abusar de productos muy procesados y hay que poner muy en cuestión todo ese repertorio de alimentos enriquecidos que la industria alimentaria nos propone con su marketing tan eficaz. Cuando nos alejamos de la normalidad, la variedad y lo natural, tenemos muchas más posibilidades de adquirir grasa y exceso de peso.

Pese a que cada vez los consumidores estamos supuestamente más avisados, no decaen las propuestas de productos que nos prometen suplementos adicionales de una u otra vitamina, nutrientes que desencadenan procesos milagrosos en nuestro organismo, o supuestos superalimentos que prometen cambiar por completo nuestra forma de comer.

Desde luego que no debemos estar cerrados a los avances científicos y tecnológicos, que al igual que ocurren en otros campos, también se suceden en el ámbito de la nutrición. Pero aquí debemos distinguir entre las aportaciones de verdadero valor, amparadas en la investigación más rigurosa, y lo que es fruto del marketing y la publicidad más seductora.

Por una parte, como personas cada vez más comprometidas con nuestra salud, en la corriente de prevención que tanto intentamos impulsar desde la comunidad sanitaria, tenemos que instruirnos adecuadamente sobre cómo alimentarnos bien para preservar el bienestar, aminorar el envejecimiento y hacer frente a las enfermedades. Pero por otra, no debemos caer fácilmente en una suerte de «automedicación alimentaria» por la que vamos vamos configurando nuestra propia botica de productos, de acuerdo con los cantos de sirena que nos llegan de muchos «expertos» en nutrición, que nos recomiendan tomar productos con propiedades muy «singulares». Cuando nuestro conocimiento alcanza su límite, es hora de consultar con el especialista. Reconozco que se plantea un difícil equilibrio, pero hay que buscarlo.

Lo cierto es que cada vez disponemos de más recursos informativos de calidad que pueden ayudarnos a desenmascarar los excesos de la industria alimentaria con los alimentos milagrosos cuyo mérito principal está en la atrayente promesa de sus etiquetas y reclamos publicitarios. Por ejemplo, hay científicos que intentan divulgar su conocimiento en esta materia  en formatos muy entretenidos para que la gente sea más consciente de lo que come y por qué lo come. Vale la pena acercarse a ellos.

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