Aparte de las recomendaciones de mantener horarios regulares para dormir, realizar ejercicio y desconectar de la electrónica, algunos últimos estudios apuntan a la influencia de la dieta en el desorden del sueño.
Este hecho se relaciona con otra constatación, y es la que de que buena parte de los ciudadanos han practicado una alimentación irregular, en la que han abundado los alimentos ricos en azúcares, las comidas procesadas y un cierto caos en el número y regularidad de las ingestas. Como resultado, quien más y quien menos ha ganado peso y, lo que es peor, han aumentado los índices de sobrepeso y obesidad.
Además, como hemos señalado, está la alteración del sueño. Los investigadores apuntan a que las dietas ricas en carbohidratos de alto índice glucémico tienen más capacidad de influir en el insomnio o el sueño ligero que la alimentación a base de vegetales, fibra y alimentos ricos en grasas no saturadas.
Los resultados no muestran una relación de causa-efecto, pero los datos recogidos sobre miles de personas sí exhiben una correlación clara entre la ingesta de azúcares y los problemas de insomnio.
Lo llamativo es que el consumo excesivo de carbohidratos provoca que aparezca antes la somnolencia pero, al mismo tiempo, da lugar a un sueño más ligero y a ciclos de descanso más corto. La gente se despierta varias veces a lo largo de la noche y desciende la calidad de su descanso.
La enseñanza de estos estudios, que marcan patrones de conducta, es que refuerza la evidencia de que la ingesta de alimentos que «excitan» al organismo influye en un peor rendimiento: no desencadenan la sensación de saciedad, introducen la ansiedad e indeseados picos de glucosa en el cuerpo y desestabilizan el funcionamiento normal de las personas. Una razón más para abandonar aquello que, en el fondo, nos perjudica.
