Se han dado diversas razones para explicar esta involución. La más obvia es que no logran mantener el nuevo estilo de vida que habían alcanzado con la dieta, y reinciden en alimentarse de forma no beneficiosa para su estado de salud. Aunque la respuesta es plausible, debido a que detrás de la ingesta desordenada se encuentran distintas motivaciones de orden social y psicológico que inducen a no alimentarse con contención, la ciencia trata de ir más allá.
Dado el pavoroso avance de la obesidad en el mundo, no podemos conformarnos con la explicación de los malos hábitos. Hemos de preguntarnos también por los desencadenantes que están detrás.
Por una parte, están los de índole conductual. Se ignoran los principios básicos de una correcta alimentación, se utiliza la comida como un refugio emocional o no se valoran las consecuencias patológicas que el sobrepeso puede tener sobre la salud en el medio plazo.
Asimismo, está el hecho de la adicción a determinados nutrientes, similar a la dependencia que generan determinadas sustancias como el tabaco, el alcohol y las drogas
Por otra parte, pesan demasiado las condiciones ambientales. La presión de la industria alimentaria y el impulso de los alimentos ultraprocesados, las dificultades económicas para acceder a alimentos básicos más saludables, el fomento de la vida sedentaria y la propagación de la cultura del exceso y el placer inmediato, entre otros factores, impiden a muchas personas comer adecuadamente.
En otro término están las circunstancias fisiológicas y del metabolismo. Las respuestas a la nutrición son diferentes y aunque la mayoría de los individuos no padece ninguna enfermedad especial que les impida mantener un estado de salud equilibrado, sí sabemos que hay personas más o menos propensas a la acumulación de grasa por su diferente reacción a los alimentos.
Qué dice la ciencia
Este es un campo en el que cada vez se realizan más investigaciones para tratar de explicar la obesidad de un modo más completo. Por ejemplo, una investigación reciente sugiere que los mecanismos de saciedad, por los que un individuo decide dejar de comer porque se encuentra satisfecho, pueden estar alterados en las personas obesas.
En relación con la liberación de dopamina, el estudio ha detectado que un obeso no libera la cantidad suficiente de este neurotransmisor como para indicar al organismo que está satisfecho y que, por lo tanto, no es necesario que siga ingiriendo alimentos. En ese sentido, es menos capaz de parar de comer, y ello puede influir en el sobrepeso.
La cuestión, entonces, estriba en averiguar por qué se ha producido esta reacción, si es congénita o adquirida, y se debe a que el cuerpo ha perdido capacidad de respuesta por causa de un exceso continuado.
