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La dieta nórdica frente a la dieta mediterránea

Vivimos una época paradójica. Aumenta el conocimiento científico de los efectos de la alimentación en la salud, y al mismo tiempo sigue creciendo el número de obesos y personas con sobrepeso en los países desarrollados. El ser humano es contradictorio, para qué lo vamos a negar.

Dieta nórdicaUna de las ideas que más destaca es que las investigaciones demuestran que no hay una fórmula nutritiva perfecta para garantizar que nos mantengamos sanos y con un peso estable. El hecho es que existen variadas propuestas dietéticas con las que podemos convivir y alcanzar ese objetivo deseado de buena salud. Para desgracia de los que no quieren convencerse de que la clave está en su conducta personal, los estudios demuestran que no existen dietas milagrosas que nos permitan “adelgazar rápidamente y sin esfuerzo”, como prometen tantos anuncios y páginas de Internet. Y asimismo, que muchos modelos nutritivos son válidos en la medida en que estén adaptados a las circunstancias del entorno en el que vivimos, nuestro modo de vida y la carga genética que soportamos.

Por ejemplo, en estos días, a raíz de un estudio publicado en una revista científica, se ha renovado el interés por las características de lo que se ha denominado Dieta Nórdica, el régimen alimenticio tradicional practicado por los habitantes del Norte de Europa. De algún modo, esta dieta se plantea como una de las posibles alternativas a la Dieta Mediterránea, que desde hace mucho tiempo está situada como paradigma de una nutrición equilibrada (Aunque los propios mediterráneos no la sigan mucho últimamente, a tenor del incremento de la obesidad en los países del Sur de Europa).

Así como la Dieta Mediterránea hace énfasis, entre otros aspectos, en el consumo habitual de una amplia variedad de vegetales, frutas frescas, legumbres, pescados y aceite de oliva, acompañado de una ingesta moderada de carnes rojas y blancas, pan y lácteos, la Dieta Nórdica se caracteriza por un mayor recurso al pescado azul, vegetales, cereales, frutos del bosque y aceite de colza. También incide en una toma restringida de carnes y productos lácteos. Ambas dietas tienen en común que recurren a los alimentos que más fácilmente se pueden obtener en las zonas geográficas respectivas, y que obedecen a una práctica nutricional de siglos, en la que era mucho más difícil obtener alimentos procesados o procedentes de otros lugares del mundo. En esa línea, junto a otros beneficios, están muy basadas en la necesidad y en el sentido común de los pobladores.

El estudio realizado en los países escandinavos sobre la Dieta Nórdica apunta a que ayuda reducir las dolencias cardiovasculares e incide positivamente en la disminución del colesterol. No obstante, no es un régimen orientado a la pérdida de peso, sino al mantenimiento. Para el objetivo de adelgazar, se mantiene que la Dieta Mediterránea contribuye en mayor medida, aunque depende, como sabéis, de las cantidades y de las combinaciones de alimentos.

¿Es mejor una dieta que otra? No creo que de los estudios se puedan obtener conclusiones definitivas sobre esta cuestión. Las dos dietas presentan propiedades beneficiosas y carencias y, como he señalado, sus efectos están asociados fundamentalmente al estilo de vida de los individuos. Además, las condiciones ambientales de los países nórdicos son bien distintas de los territorios del Sur de Europa, lo que supone también ciertas diferencias genéticas en los habitantes de una y otra zona del mundo.

Por eso, creo que lo más razonable es que si vivimos aquí, optemos por seguir en general los preceptos de la Dieta Mediterránea, que encaja mucho mejor en nuestra vida cotidiana y se adapta a nuestro entorno. Si optáramos por llevar una Dieta Nórdica convencional, estaríamos cometiendo una excentricidad innecesaria, al margen de que nuestro organismo no se adaptaría tan fácilmente a ella. “Allá donde fueres, haz lo que vieres”.

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