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Hígado graso, otra enfermedad silenciosa

Hay que añadir una nueva patología a la lista de enfermedades silenciosas, la denominada Esteatosis Hepática No Alcohólica (NASH en inglés), que de forma más común se llama hígado graso.

A menudo se habla de la diabetes como una de las enfermedades silenciosas que afectan a las personas con sobrepeso u obesidad a partir de la mediana edad. Esta y otras patologías (hipertensión, hipercolesterolemia, dolencias cardiovasculares) forman parte del denominado síndrome metabólico y surgen, entre otros factores, por el exceso de peso y el sedentarismo.

Por desgracia, ha habido que añadir una nueva a la lista, la denominada Esteatosis Hepática No Alcohólica (NASH en inglés), que de forma más común se llama hígado graso. Se trata de una enfermedad de presencia creciente, en principio debida a la obesidad y al consumo inadecuado de alimentos azucarados. Al igual que otras patologías del citado síndrome, es asintomática, por lo que resulta difícil de detectar si no se realizan pruebas diagnósticas en la zona o análisis de sangre, en los que el alto nivel de transaminasas puede sugerir su presencia.

Actualmente, es una de las enfermedades hepáticas crónicas que más está creciendo, y su gran peligro es que puede derivar en fibrosis hepática y posteriormente en cirrosis o cáncer de hígado. Por tanto, puede ser de suma gravedad. Incluso, investigaciones recientes están alertando de que el hígado graso comienza a aparecer con indeseada frecuencia en niños, probablemente fruto del sedentarismo y la alimentación inadecuada.

Como hemos señalado, al margen de factores genéticos, el hígado graso va vinculado a un estilo de vida en el que la mala alimentación y la falta de ejercicio favorecen la acumulación de grasa en el hígado más allá de los límites tolerables. Si se detecta a tiempo, su evolución puede revertirse con un cambio radical de hábitos, pero si se ha deteriorado más de la cuenta, resulta necesario recurrir a terapias mucho más complejas y con desenlace incierto.

Hasta no hace muchos años, el desarrollo del hígado graso solo se asociaba al alcoholismo. Por ello, a mucha gente que no bebe le supone una gran sorpresa saber que lo padece, ya que tampoco es necesario encontrarse en estadios de gran obesidad. Sin embargo, cierto sobrepeso, la presencia de colesterol, la prediabetes o la hipertensión contribuyen a que se vaya generando hasta llegar al nivel de enfermedad. Estamos hablando de que cerca del 30% de la población adulta a partir de los 40-50 años puede sufrir de hígado graso.

Debido a que el descubrimiento de su importancia es reciente, aún no se han desarrollado fármacos específicos que luchen contra esta enfermedad. Mientras tanto, los especialistas sí tienen constatado que una cura dietética tiene efectos muy positivos. Una vez más, el mantener a raya el sobrepeso nos ayuda a mantener la buena salud en la madurez.

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