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¿Hay que erradicar los carbohidratos de la dieta?

Carbohidratos en la dieta

Aunque las propuestas de dietas disociadas no son nuevas (algunas, como la dieta Atkins, tienen más de cuarenta años), en los últimos tiempos han tomado más protagonismo las corrientes que en dietética y nutrición abogan por prescindir abiertamente de algunos grupos de nutrientes, en especial de los carbohidratos.

Por ejemplo, llevan un tiempo de moda las dietas en las que se aconseja basar la alimentación en proteínas y en grasas, y en eliminar por completo todo tipo de carbohidratos. Los especialistas sabemos que existe un tipo de glúcidos, los de absorción rápida, que contienen altas tasas de azúcares, que es necesario tomar con mucha moderación.

Y, en el caso de las curas de adelgazamiento, es conveniente erradicarlos totalmente: inducen a la acumulación de grasa, provocan la sensación de hambre todo el tiempo y generan ansiedad. Nos referimos a todos los alimentos con base en harinas y azúcares refinados, cuyo papel principal en el exceso de peso está más que demostrado.

Lo malo es que, al mismo tiempo, se trata de alimentos de fácil transformación y conservación y de un coste más económico que otros. Sabemos el efecto devastador que su consumo está teniendo en las clases medias bajas de la población del mundo desarrollado, y también de los países emergentes, en la medida en que sus habitantes adoptan el estilo de vida sedentario de las sociedades avanzadas.

Sin embargo, esta norma restrictiva no es trasladable a otros carbohidratos, como los que se encuentran en la mayoría de las frutas y verduras. Por el contrario, además de este nutriente, ellas contienen muchos componentes alimenticios necesarios para nuestra salud. Y no debemos olvidar que la propia glucosa cumple también su papel para el organismo, aunque debamos reconocer que la mayoría de los ciudadanos la consume hoy día en exceso.

Por ello, las propuestas nutricionales basadas exclusivamente en el consumo de proteínas y grasas no son tampoco una recomendación a largo plazo. Si bien las dietas proteinadas producen una pérdida de grasa rápida debido al proceso de la cetosis (al restringir la ingesta de carbohidratos, el cuerpo transforma la grasa en energía y suple el papel de la glucosa), a la vez provocan que el aparato digestivo tenga que trabajar en exceso y fuerza la actividad del hígado o los riñones, por ejemplo.

Por añadidura, el cuerpo deja de recibir los nutrientes necesarios que se encuentran en aquellos alimentos con mayor índice de carbohidratos, que son apartados de la dieta.

Y es que buena parte de los alimentos que ingerimos contienen todos los grupos de nutrientes. Por ejemplo, las proteínas no solo están en la carne o el pescado, sino también en los vegetales. O aunque muchas frutas contienen altas dosis de azúcares, no todos se metabolizan de la misma manera. E igualmente, fruto de los sistemas industriales producción, nos encontramos con que alimentos tradicionalmente ricos en proteínas no incluyen tanto porcentaje de estas y sí contienen otros elementos.

La conclusión es que la dieta más adecuada es la que se caracteriza por su variedad y está regida por la moderación. La ausencia de trabajo físico en muchos de nosotros ya nos indica que no es necesario abusar de alimentos con muchas calorías o que proporcionan energía rápida al organismo.

Es evidente que debemos reducir en lo posible la ingesta de los derivados de los cereales y los ricos en azúcares y, en general, hemos de alimentarnos con frugalidad: hacer cinco comidas al día, tomar cantidades acordes a nuestro gasto físico y adoptar el principio básico de que es necesario comer para vivir, no vivir para comer.  De vez en cuando cabe hacer excepciones, pero muy de vez en cuando.

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