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El lado amargo del consumo de azúcar

Como demuestra cada vez con más contundencia la investigación, el azúcar que tanto endulza muchas de nuestras comidas y bebidas es uno de los principales responsables de la obesidad del mundo occidental.

Su omnipresencia, bien como ingrediente principal o como aditivo está causando la misma preocupación en la comunidad científica que otras sustancias como el alcohol o el tabaco por su impacto negativo en la salud pública.

Se calcula que un ciudadano medio de un país industrializado consume una media de veinte cucharaditas de azúcar añadido en alimentos y bebidas. Pese a las llamadas de alerta de los especialistas y las amenazas de sanciones y prohibiciones por parte de la administración pública, la industria asume lentamente su responsabilidad a la hora de añadir azúcar y derivados en todo tipo de alimentos, bien sea por conservación, mejora del sabor o cambios en texturas y densidades. De ahí que no pocos expertos afirmen que nuestra sociedad se ha vuelto adicta a la glucosa.

Por su parte, como se ha expuesto en por parte de expertos, la población no es muy consciente de los riesgos a medio plazo del consumo desmedido de esta sustancia. Aunque comienza a haber campañas de sensibilización y acciones públicas dirigidas en particular a la población infantil, los adultos no terminan de asumir el problema, tanto en su propia alimentación como en la de sus hijos.

Al igual que ha ocurrido con el alcohol hasta no hace mucho tiempo (y con grandes bolsas de resistencia todavía), no se valora negativamente la ingesta de azúcar salvo cuando el sobrepeso o las enfermedades metabólicas están bien presentes. Y entonces, en muchos casos, ya es demasiado tarde.

Por eso, muchos especialistas creen que aunque las medidas de restricción del consumo y las exigencias a la industria para que busque sustitutivos serán siempre insuficientes hasta que los ciudadanos no tomen postura contra el consumo excesivo de azúcares. Se confía en que, tal como ha ocurrido con el tabaco, cuyo consumo ya no es generalmente aceptado por la sociedad, crezca el compromiso personal por reducir al máximo la ingesta.

No obstante, es una batalla más difícil de superar por el hecho de que está por todas partes y formando parte esencial de muchos alimentos asociados a los eventos sociales, el ocio y el disfrute con la comida.

En todo caso, hay que ser optimistas. Como muchas otras cosas en la vida, el cambio comienza en nosotros mismos. Tenemos que examinar cuánto azúcar hay en todas nuestras comidas y comprometernos a disminuir su presencia.

Evidentemente, si padecemos sobrepeso, la retirada debe ser radical, pues nos guste o no, es una de las claves del retorno a un peso normal. Si gozamos de buena salud, hemos de eliminar al máximo el azúcar de nuestra dieta diaria y dejarlo para un consumo en verdad excepcional.

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