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El cuidado de la salud empieza desde la niñez: no a la obesidad infantil

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Si la pandemia de la obesidad se detuviera en el mundo de los adultos, al menos tendríamos un mal consuelo. Sin embargo, los endocrinos comprobamos con preocupación que cada vez nos llegan personas más jóvenes a la consulta con problemas de sobrepeso. Se supone que existe un mayor conocimiento de los hábitos alimenticios adecuados y que tenemos acceso a una mayor variedad de nutrientes. Pero las cifras siguen siendo alarmantes.

Un reciente estudio publicado por la Fundación Thao, dedicada a la prevención de la obesidad infantil, afirma que «con una muestra de 38.008 niños y niñas de distintos municipios españoles, de entre 3 y 12 años, 3 de cada 10 niños/as (30%) sufre exceso de peso (sobrepeso y obesidad). De éstos, un 8,3% padece obesidad y un 21,7 % sobrepeso«. A pesar de que la crisis ha frenado en alguna medida la curva ascendente, nos consolidamos en los puestos de cabeza de la Unión Europea, meta que no debería enorgullecernos en absoluto.

Desde las Administraciones Públicas y los centros educativos se han emprendido diversas campañas de concienciación que me parecen muy positivas. En ellas se presta especial atención a los menús escolares y a los almuerzos que llevan los pequeños al recreo. Al mismo tiempo, se fomenta el deporte y la actividad física. Pero no debemos conformarnos con eso por un sencillo motivo: los padres y madres somos los primeros responsables de la educación nutricional y deportiva de nuestros hijos. Si ellos tienen problemas de sobrepeso, principalmente antes de llegar a una edad en que son más autónomos, la culpa es nuestra y solo nuestra.

Reconozco que el público infantil está sometido a un fuerte acoso publicitario que le incita al consumo de alimentos muy apetecibles y muy poco saludables. Nuestra sociedad ha renunciado al contacto con el aire libre y la Naturaleza, por lo que muchos de los hábitos de juego de los niños nada tienen que ver con correr y saltar y gastar energía a destajo, y sí con permanecer como estatuas frente a la televisión y otras pantallas. Pero ellos no son dueños de sus decisiones. Somos nosotros quienes tenemos el deber de educarles en estos aspectos de la vida y de evitar que su salud corra riesgos innecesarios con dos tareas clave: proporcionarles una alimentación sana y motivarles a que mantengan una actividad física regular. El cuerpo de un niño es una maquinaria perfecta que no se debe estropear antes de tiempo. Aunque hablaré en más ocasiones de este asunto que considero nuclear, me permito dar algunos consejos:

  • Los niños no tienen que comer más por el hecho de que están creciendo o que «desgastan mucho». Su organismo es mucho más sabio que el nuestro a la hora de aprovechar la energía.
  • El consumo excesivo de hidratos de carbono de alto índice glucémico es tanto o más nocivo que para los adultos. Se equivoca quien piensa que los «niños lo queman todo». Su metabolismo es como el motor de un fórmula uno, pero también se estropea. Tenemos que limitar al máximo este tipo de nutrientes.
  • De forma espontánea, los niños realizan una gran actividad física. Sin embargo, es muy oportuno que practiquen deportes regularmente desde su más corta edad, con la intensidad adecuada a su desarrollo. Crearemos hábitos fundamentales para el mantenimiento de la actividad física durante la adolescencia y la edad adulta.
  • Nosotros somos el espejo para nuestros hijos. Si llevamos una vida saludable, ellos la imitarán con mucha más facilidad porque les parecerá algo natural. Por lo tanto, come bien y haz ejercicio. Desde luego que es beneficioso para ti, pero seguro que mucho más para ellos.
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