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Deporte y longevidad: «¿Qué hace correr a Olga Kotelko?»

La investigación sobre el envejecimiento es una disciplina joven, aunque parezca una paradoja. Durante siglos, la mayoría de los seres humanos morían a una edad temprana, y quizá no parecía tan relevante conocer las claves por las que las personas envejecen.

Sin embargo, el aumento de la esperanza de vida gracias a los avances económicos y científicos ha impulsado a la gerontología. Queremos saber cómo se desencadena el declive del organismo humano y, sobre todo, qué podemos hacer para frenarlo.

Como podéis suponer, la ciencia descubre que en el hecho de que las personas vivan más o menos influyen nuestras condiciones genéticas, las circunstancias del entorno en el que hemos vivido y la trayectoria vital, en la que cada uno tiene algo que aportar. Más allá de la predisposición de los genes o el ambiente natural y social en el que nos desenvolvemos, las investigaciones apuntan a que cada individuo tiene un importante papel a la hora de marcar el ritmo de su envejecimiento. Y es en este aspecto en el que me gustaría que pensarais tras conocer el ejemplo de Olga Kotelko.

Olga es una veterana atleta canadiense que a sus 95 años ostenta numerosas marcas mundiales de velocidad y de salto, desde que se puso a competir a la edad de 77 años. Su caso ha llamado tanto la atención que ha sido objeto de estudios médicos con los que han querido descubrir las raíces de la longevidad. Porque Olga sigue practicando deporte de competición, aunque cada vez encuentra menos rivales de su edad con los que batirse.

Un periodista de su país se ha aproximado a ella para conocer desde un punto de vista más humano el día a día de una persona anciana cuyo cuerpo se niega a perder toda la fuerza de la juventud. Porque Olga sostiene que ella se encuentra como si tuviera unos cincuenta años, casi la mitad de los que ya ha alcanzado. Bruce Grierson la ha acompañado durante un tiempo en sus entrenamientos y pruebas médicas, además de en su vida cotidiana, para transmitir a los lectores el ejemplo de alguien a quien merece la pena imitar. Fruto de este encuentro ha publicado el libro What Makes Olga Run.

Las primeras conclusiones científicas han establecido que la atleta canadiense ha conseguido aminorar de forma sorprendente su declive físico. Sin embargo, los investigadores no han extraído aún recetas que puedan ser aplicadas por otras personas. No obstante, una de las tesis más interesantes que surge es que el ejercicio físico, impulsado por la determinación de la protagonista, para ser el gran catalizador de la «eterna juventud» de Olga. No han apreciado rasgos genéticos especiales y tampoco han detectado patrones alimenticios particulares. Y desde luego, la vida de Olga Kotelko no ha transcurrido en un entorno natural que promueva la longevidad, a diferencia de otros lugares de la Tierra que sí parecen tener algún influjo.  Lo singular de su caso es una práctica deportiva constante que ha desafiado los prejuicios de la edad.

La obra de Grierson no es en absoluto un texto científico. No pretende exponer los secretos de la longevidad. A lo sumo, trata de relatar de manera amena el estado de la cuestión de la gerontología y contrastarla con la experiencia de una persona que ha conseguido romper muchas barreras sin ninguna condición extraordinaria. Por eso, es más bien una historia de motivación que ha de animarnos a mantener una vida activa, bajo la creencia de que podemos hacer mucho por nuestra salud si nos empeñamos en ello. Termino con una cita de la obra:

«Todo el mundo puede preguntarse qué es lo que hace correr a Olga. Son los genes. Es la dieta. Es su temperamento. Son sus hábitos de descanso. Es el espíritu combativo del general cosaco del que desciende. Es su vibrante energía. Es el milagro del ejercicio, realizado durante una larga vida».

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