Para muchas de ellas, será un intento de resultados desiguales que no dejará mayor huella en sus vidas, porque tampoco tienen una necesidad acuciante de adelgazar. Para algunas, supondrá un buen esfuerzo y un pequeño triunfo, ya que conseguirán perder algunos kilos y mejorar sus hábitos de vida por un tiempo, incluso por largo tiempo.
Sin embargo, para una buena parte de quienes padecen de sobrepeso severo u obesidad, será un intento que a lo mejor prospera durante unos días o incluso unas semanas, pero que luego decaerá si no va acompañado de una transformación radical de los hábitos, algo que como apuntan los expertos, no depende del estómago, sino de la cabeza.
La dieta es transitoria
La dieta o cura de adelgazamiento es una actuación transitoria y de carácter necesario cuando los individuos han superado con creces el normopeso. Es un plan de alimentación que se mantiene por un período determinado y, preferiblemente, bajo la supervisión de un especialista. El objetivo es provocar una pérdida notable de peso y masa adiposa para que la persona pueda retornar a ingerir alimentos con normalidad y sin restricciones.
Sin embargo, para un paciente obeso, la dieta no es más que un paso. No puede convertirse en un sistema nutricional permanente, en el que se combinan períodos de restricción con la vuelta a los peores hábitos, una situación que experimentan habitualmente quienes padecen un sobrepeso crónico. No hay cuerpo que lo aguante ni mucho menos, mente que lo soporte. Y más cuando sabemos que, en nuestra sociedad, los problemas de obesidad están mucho más ligados a la inestabilidad emocional que al desconocimiento.
Salvo excepciones, la gran mayoría de nosotros sabemos, en términos generales, qué caracteriza a una nutrición sana y equilibrada, en la que se combinan distintos alimentos y no se abusa de aquellos que son perjudiciales si se toman en exceso.
No obstante, muchas personas obesas, aun siendo conocedoras de lo que les conviene, adoptan conductas alimenticias catastróficas y terminan en un círculo vicioso físico y mental del que les resulta muy difícil salir sin ayuda.
La solución está en el cambio de hábitos
¿Qué solución queda? Como siempre decimos, la clave está en el cambio de hábitos, una evolución que no empieza tanto en la dieta (aunque sea el primer escalón) como en la mente. Hemos de preguntarnos qué supone para nosotros la comida y comprobar si, a menudo, se convierte en un refugio que esconde diferentes problemas.
Al igual que ocurre con las sustancias nocivas, hay que distinguir entre el consumo muy ocasional de algunos alimentos y la ingesta diaria. Tenemos que inquirir qué tipo de gratificaciones sentimos cuándo comemos, qué sentido tiene la comida para nosotros y si es algo de lo que dependemos verdaderamente.
Preguntas, muchas preguntas que uno puede hacerse en un momento dado, pero que, si se halla en un estado complejo de relación con los alimentos, seguramente necesitará el apoyo de un profesional. Un experto acreditado que nos guiará en la pauta alimenticia más adecuada para el momento en que nos encontremos y que nos ayudará a desentrañar el porqué de la dependencia de la comida para poder emanciparnos de ella.
No es un proceso sencillo ni, como se piensa erróneamente, depende de poner en práctica una voluntad de hierro. La fuerza de voluntad puede ser un revulsivo en las fases iniciales de la recuperación, pero nadie tiene una voluntad infinita.
Hay quien piensa, y diversos estudios caminan en esa línea, que la clave está en la racionalización, con el fin de que el hecho de alimentarse esté lo más lejos posible de acciones automatizadas y casi irracionales en las que no valoramos lo que comemos, ni la cantidad, ni la salubridad.
Espero que esta reflexión te sirva para pensar si merece la pena embarcarse en la enésima dieta o plantearse que es necesario otro enfoque para adelgazar y recuperar la salud de manera definitiva. Estoy a tu disposición para lo que necesites.
