Sin embargo, el hecho de padecer molestias no hay que tomárselo a la ligera. Indica que has superado las capacidades de tu organismo y que tu retorno al ejercicio no ha seguido el método más adecuado. No es obligatorio padecer agujetas o quedarse con un profundo cansancio. Más peligroso es incluso si incurrimos en el exceso de forma sistemática cuando trabajamos en progresión, cuando queremos cargar más peso, correr más rápido, resistir más tiempo.
La progresión es fundamental en cualquier plan de entrenamiento, pero no a cualquier precio. En la cultura deportiva se ha instalado con cierta ligereza la idea de que hay que esforzarse hasta el límite, más allá de la fatiga y del dolor, bajo la creencia de que son las únicas vías para la mejora del rendimiento. Sin embargo, no es una hipótesis acertada, puesto que el cansancio extremo o el dolor son indicadores de que estamos superando las capacidades de nuestro cuerpo.
Si continuamos y los ignoramos, podemos sufrir lesiones o padecer un percance fatal. En el clima tan competitivo en el que vivimos, que ha contaminado también el espacio del deporte aficionado, muchos practicantes quieren convertirse en seres superdotados y extraordinarios. Olvidan que la clave del ejercicio físico está en el equilibrio, que es lo que nos otorga el bienestar. Al igual que muchas otras cosas de la vida, no es bueno convertir el deporte en una obsesión por superar marcas inalcanzables.
En relación con este asunto, me parece oportuno comentar una investigación sobre el papel de la fatiga y el dolor como señales de que es necesario detener la actividad física. Según los autores de este trabajo, la sensación de cansancio y dolor llega cuando las células nerviosas de los músculos reciben una combinación de sustancias (entre las que se encuentran el ácido láctico, otros ácidos y el trifosfato de adenosina, esencial en la transferencia de energía) en mayor dosis. Esa inyección indica que los músculos están realizando un esfuerzo que excede su capacidad, que están llegando a su límite y que pueden aparecer lesiones o colapsos.
Por tanto, no es inteligente ignorarlos y menos programar nuestro entrenamiento para alcanzar sistemáticamente estas sensaciones. La percepción del dolor o la fatiga debe ser muy ocasional y ha de hacernos retornar a niveles de trabajo más soportables.