Todo aficionado que se inicia en el running siempre se pone la meta en completar carreras de larga distancia, y si es posible, maratones. Es un propósito ambicioso y eficaz, porque les ayuda a progresar en su entrenamiento. Pero obviamente, también hay que tomarlo con cautela.
La ambición de la meta tiene que ser coherente con nuestra edad, salud y estado de forma. Tenemos muchos ejemplos exitosos de personas que han partido de situaciones muy desventajosas y han logrado alcanzar el objetivo de participar o incluso competir en pruebas de larga distancia. Sin embargo, estamos hablando de ejercicio físico de máxima exigencia que requiere un entrenamiento igual de duro y metódico, para el que todo el mundo no está preparado en todas las circunstancias.
Salvo que seamos deportistas de alta competición, hemos de tener presente que el esfuerzo físico y el sacrificio tienen que estar supeditados a nuestro bienestar, tanto del cuerpo como mental. En el caso del running, no pocas veces ocurre que los practicantes se obsesionan con la marca o el tipo de carrera hasta el punto de olvidar la finalidad de lo que están haciendo: cuidar de su salud y sentirse mejor anímicamente.
Con esto no quiero decir que debamos renunciar a nuestro sueño de correr maratones. Los correremos, si nuestro cuerpo y mente están preparados para ello y si somos conscientes de nuestra capacidad y limitaciones. Llega un momento en que difícilmente podremos superar una determinada marca, bien porque hemos llegado a nuestro límite físico o bien porque no tenemos todo el tiempo del mundo para entrenar más y superar los registros que ya hemos alcanzado.
No pasa nada. Al contrario, la clave está en alcanzar el límite que al mismo tiempo nos obliga a esforzarnos y nos permite disfrutar del deporte para tener una vida más plena.
Al hilo de esta reflexión, me parece interesante comentar aquí un trabajo publicado en el Journal of Science and Medicine in Sport, en el que se señala que realizar varias pausas (andar en vez de correr) durante una maratón puede ayudar a que muchos corredores normales (no profesionales o de elite) terminen la carrera en buena condición física, sin castigar en exceso su corazón o sus articulaciones. Y lo que es más llamativo, afirman que esta táctica no conduce a que hagan la prueba en más tiempo. Pueden mantener su marca e incluso superarla.
Para defender su tesis, los investigadores hicieron un test con 42 corredores, a los que entrenaron durante doce semanas para completar su primera maratón. Luego los dividieron en dos grupos: uno que iba a hacer la carrera de forma continua, y otro que haría pausas de un minuto andando cada 2,5 kilómetros.
Todos los participantes de ambos grupos terminaron la prueba en un tiempo similar. Pero la principal diferencia es que los que hicieron pausas tenían menos fatiga y dolor muscular que quienes la completaron de manera continua. Y sobre todo, mostraron una mayor fuerza mental. El esfuerzo no les había parecido tan exigente como a los que hicieron pausas.
El sistema de hacer pausas durante una carrera larga no es nuevo, y de hecho es recomendado por muchos entrenadores. Parece demostrado que, en general y para corredores aficionados, ayuda además a mejorar las propias marcas cuando se ha llegado al máximo con la opción de la carrera continuada.
Si estás pensando en hacer carreras largas, baraja esta posibilidad.